El estilo de vida, clave en el control de la hipertensión
El estilo de vida, la falta de conocimiento de los pacientes y médicos, las dudas a la hora de iniciar el tratamiento farmacológico y las deficiencias estructurales de algunos sistemas de salud son algunas de las razones que hacen que el problema de la hipertensión arterial se cada vez más importante en Europa. Así los señalan las nuevas directrices de la Sociedad Europea de Hipertensión (ESH) y la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) que aconsejan cambios significativos en el tratamiento de la hipertensión.
Las guías, que se publican en Journal of Hypertension y el European Heart Journal, describen la HTA como «uno de los riesgos global más relevantes para la mortalidad en el mundo». Así lo sugieren algunos datos: continúa afectando a entre 30 y 45% de la población europea. Los autores de las directrices expresan su decepción debido a que esta cifra se sigue manteniendo elevada desde la edición de 2003. «Realmente tenemos que concienciar a la sociedad de la gravedad de la enfermedad», señalan.
Según el documento, «los cambios de estilo de vida son la piedra angular para la prevención de la hipertensión». Es decir: reducción de la ingesta sal y de alcohol, así como el mantenimiento de un peso saludable, ejercicio regular y la eliminación del consumo de tabaco.
Efectos graves
Además, los pacientes y los médicos deben ser conscientes de que una vez que la hipertensión se ha desarrollado se puede tratar con terapia farmacológica. Las directrices subrayan la falta de conciencia acerca de los problemas potenciales que supone la HTA, lo que hace de un mal cumplimiento del tratamiento.
Los autores afirman que «a pesar de la abrumadora evidencia de que la hipertensión es un importante riesgo cardiovascular, los estudios muestran que muchos médicos todavía no son conscientes de ello».
Una novedad importante es la decisión de recomendar un único objetivo de presión arterial sistólica de 140 mmHg para casi todos los pacientes. Esto contrasta con la versión de 2007, que recomienda un objetivo de 140/90 mmHg para los pacientes de riesgo moderado a bajo, y 130/80 mmHg de destino para los pacientes de alto riesgo. «No había pruebas suficientes para justificar dos objetivos», señaló el profesor Robert Fagard, autor del la guía.
Fuente ABC.es